La Cumbre Iberoamericana, que nuclea a todos los países de América de hablas española y portuguesa, más España y Portugal, tuvo sus inicios a comienzos de la década de los 90.
En ese momento se celebraban los 500 años del descubrimiento de nuestro continente, España estaba en un proceso acelerado de crecimiento económico y América Latina salía de la crisis de los 80, aplicando las políticas del “Consenso de Washington”, de liberalización, privatización y apertura de los mercados.
Esta combinación de una España exitosa y de una América Latina privatizando sus empresas públicas, hizo que las empresas españolas “desembarcaran” masivamente en la región.
Empresas como Endesa en el sector eléctrico, Telefónica en el sector de comunicaciones, Repsol en el sector petrolero y Santander y BBVA en el sector financiero, se volvieron las empresas líderes en los principales mercados latinoamericanos.
En ese momento España se convirtió en el segundo país más importante para la región, detrás de EE. UU., en lo referente a Inversión Extranjera Directa (IED).
No en balde, los medios de comunicación llamaban a esa ola de inversiones, como “la segunda conquista de América”, 500 años después de la llegada de Colón.
En ese escenario, una cumbre de presidentes de los países iberoamericanos, con la presencia del Rey de España, era sumamente importante y atractiva.
SITUACIÓN ACTUAL. Sin embargo, en los últimos años, por tres motivos, la situación ha cambiado dramáticamente.
El primer motivo tiene que ver con la aparición de China como nueva potencia económica mundial. Las exportaciones de los países de Sudamérica al gigante asiático, que eran hasta hace poco tiempo de apenas 200 millones de dólares al año, hoy son superiores a 40.000 millones de dólares. Para la mayoría de los países de Sudamérica, hoy China es el principal destino de sus exportaciones.
Pero China no solamente compra nuestros productos, sino que en los últimos años se ha convertido en un importante inversor en la región comprando tierras y empresas que le asegure la provisión de materias primas agrícolas y mineras.
El segundo motivo por el cual la Cumbre Iberoamericana ha perdido importancia es por la crisis de Europa en general, y de España y Portugal en particular. En este momento con una crisis fiscal y con una deuda gigantesca en ambos países, no podemos esperar un incremento ni del comercio ni de las inversiones de parte de ellos.
Es más, el tema de la Cumbre en Asunción que era “Transformación del Estado y desarrollo” prácticamente ha sido reemplazado por el tema “Cómo Latinoamérica puede socorrer a España y Portugal”.
El tercer motivo por el cual esta Cumbre tiene cada vez menos brillo está vinculado con la política exterior de Brasil, que también es una potencia económica emergente y, en un mundo multipolar como el que estamos viviendo, quiere ser un protagonista importante.
Para tal efecto, el proyecto de Brasil no es ni Ibero-América ni es el Mercosur, el proyecto de Brasil es… Unasur, es decir, consolidar la unión de países de Sudamérica bajo el claro liderazgo de Brasil.
Esto nos hace prever que las cumbres de Mercosur y de Ibero-América van a ser cada vez menos importantes y van a tomar protagonismo las cumbres de Unasur y los encuentros con China y los países del Pacífico.
Esta exposición puede explicar en parte el porqué de la ausencia de tantos presidentes en la Cumbre realizada en Asunción, pero no puede justificar bajo ningún motivo la ausencia de los presidentes del Mercosur.
Esto en el mundo diplomático, donde se comunica a través de gestos, ha sido un desaire a nuestro país y también… al Rey de España.
Pasado y presente
Por Alberto Acosta Garbarino Presidente de Desarrollo en Democracia